Mamá, quiero ser promotor de festivales

El boom experimentado por la música electrónica ha hecho que proliferen promotores de eventos sin medios ni experiencia

Estamos viviendo una nueva burbuja a nivel mundial, la de los festivales. Con la eclosión hace unos años de la electrónica a nivel mundial, el siguiente paso ha sido el brutal crecimiento de los grandes festivales como Tomorrowland.

El siguiente y peligroso paso, ha sido la proliferación de festivales, que no siempre cuentan con la profesionalidad y los medios exigibles para un evento que concentrará a miles de personas.

Proliferación de eventos sin garantías

La primera consecuencia negativa de este boom, es que ahora todo el mundo quiere promover un festival. Es algo que en nuestro país pasa en cada burbuja. En el boom de la telefonía móvil hace 20 años, todo el mundo abría tiendas o vendía por su cuenta. Con los años más favorables de nuestra economía, el boom de los coches, cuando hasta el sobrino de tu vecina traía coches de Alemania para venderlos en su puerta. La más sonada, la burbuja inmobiliaria, hizo que hasta el panadero que había ganado un dinerillo con mucho esfuerzo, se metiera promotor inmobiliario en su pueblo… ¿Te suena verdad?

Pues ahora le toda el turno a los festivales, y como siempre las consecuencias las pagamos los consumidores. En los últimos tiempos tenemos demasiados ejemplos de como un festival acaba siendo un desastre, o deja a miles de personas colgadas en el último momento por falta de previsión o profesionales con experiencia al frente.

El último ejemplo lo hemos vivido este fin de semana en Delirium Festival. Un claro ejemplo de como no se deben hacer las cosas. Un festival que no se debería haber celebrado nunca, ya que ha quedado claro que no contaban con el presupuesto necesario para ofrecer un entorno seguro a sus asistentes, sin mencionar la falta de capacidad económica para hacer frente a los salarios de los artistas contratados o del personal del festival, lo que ha derivado en una serie de situaciones dantescas y peligrosas.

En ningún caso se debería permitir planificar un evento sobre una estimación de venta de entradas. Y aquí es donde las autoridades pertinentes deberían intervenir, auditando las cuentas del evento para la concesión de licencias, con la presentación de una previsión de gasto, y garantías económicas reales que cubran dicha inversión, bien sea a través de la aportación de fondos propios o avales. De esta manera el evento siempre tendría garantizada su celebración con los artistas ofertados y los medios necesarios para llevar a buen fin dicho evento, sin perjuicio nunca de los aficionados que de buena fe compran sus entradas, a veces con enorme esfuerzo, y que no tienen porque pagar las consecuencias de la mala gestión de los promotores.

Estamos viviendo demasiadas cancelaciones y desastres en los últimos tiempos, y es momento de reflexionar. Adoramos y necesitamos nuestra buena ración de festivales, pero no de cualquier forma y a cualquier precio.

La lista de cancelaciones, eventos desaparecidos, y escándalos varios en el último año es preocupante: Marenostrum, WEM, Ghost Ship, Delirium Festival…

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